En el sexto día de la novena contemplamos la hermosa figura de la Santísima Virgen María; es la Nueva Eva, la Mujer perfecta, llena de gracia y virtudes, concebida sin pecado original, que es Madre de Dios y Madre nuestra, y que está en el cielo en cuerpo y alma, que nos acompaña permanentemente en nuestros esfuerzos por ser cristianos con gran solicitud y amor maternal. Hoy la encontramos visitando a su prima Santa Isabel, luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que también ella esperaba un hijo. Iluminada por el Espíritu Santo, comprendió que debía ir a visitar aquella familia y ayudarle a llevarle las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a lsabel, puesto que es la Virgen la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama. Por medio de la visita de María, Jesús llevó a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a lsabel, la alegría a Zacarías y el don de profecía a Juan; estos son los primeros prodigios que conocemos del Hijo de Dios en la tierra. Además, María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación de Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora, sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos los que la necesitan. Que esta virtud de María Santísima, del servicio humilde y desinteresado, sirva de ejemplo para todos los que seguimos esta novena y tenemos personas bajo nuestra responsabilidad. Lo primero siempre será la humildad y el servicio.
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