Espíritu Santo, fuerza incontenible de Dios, que llamas al que quieres y tocas el corazón penetrando como espada de doble filo, que transformas al pecador en santo, al pescador en apóstol, al publicano en discípulo a la prostituta en hija de Dios, a la samaritana en confesora de la verdad, al rey en vasallo, al soldado en rey, al poderoso en pobre y al pobre en rico: danos tu fuerza para vivir el Evangelio; haz de nosotros una fuente de agua viva que brote hasta la vida eterna, que seamos templos vivos de tu Presencia que fluyan por nuestros labios y por nuestra obras ríos vivos de tu amor. Sana, Señor, las heridas que hay en el mundo causadas por discípulos tuyos que, cayendo en la tentación, han escandalizado a us hijos; fortalece a estos escogidos y ayúdales a aceptar su caída, para que, vivificados por tu fuerza y aprendiendo de sus errores, puedan de nuevo ser servidores de tu Palabra. Amén.
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