"Que se postre ante Ti, oh Dios, la tierra entera, que toquen en tu amor, que toquen para tu Nombre" (Sal. 65, 4)
En muchas ocasiones las personas preguntan cómo se debe orar. Vamos a dedicar algunas sesiones a hablar sobre la oración. El compromiso es que cada uno de nosotros vaya practicando lo aprendido. En la Palabra de Dios concretamente en los evangelistas, vemos variedad de pasajes donde se presenta a Jesús orando, esto quiere decir que la oración era un momento muy importante en su vida; de igual forma debe ser para todo creyente. La oración es un diálogo entre dos personas: Dios y yo. Dicho diálogo debe ser amoroso, confiado y enriquecedor. Es lo que Dios espera de nosotros cuando oramos con Él. Santo Tomás de Aquino y san Juan Damasceno definen la oración como "la elevación del corazón a Dios". Con razón han dado esa definición porque en la oración el ser debe subir hasta Dios y dejar que luego Dios actúe en la tierra. Por las redes sociales una vez enviaron este mensaje Lo que sube a Dios en oración baja a la tierra en bendición". Por medio de la oración buscamos las bendiciones de Dios que no se hacen esperar. Él siempre bendice, debemos dejarlo actuar; no hay excusas para colocar muros a la acción de Dios. La oración me debe unir cada vez más y más a Dios, de manera que se vaya generando un solo ser entre Él y yo; así la oración me va haciendo familiar con la vida de Dios y voy sintiendo que es necesaria en mi vida. Todos los días buscaré esos espacios de oración porque me he unido íntimamente a Él. Me relaciono con Dios desde la transparencia y sinceridad de lo que es mi vida; solo así experimentaré en la oración un CAMBIO O CONVERSIÓN.
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