¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Padre de amor y de infinita misericordia, mira con bondad al pueblo que ha decidido emprender esta novena, para que, con la fuerza gozosa de tu Santo Espíritu, reciba agradecido el regalo de la Salvación. Toca los corazones de tus hijos que con devoción y en torno al pesebre se reúnen para contemplar una vez más el Nacimiento de tu adorado Hijo; no permitas que la rutina y el afán del mundo perturben la grandeza de lo compartido, y así, vivan con gozo la llegada del Niño de Belén. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús, recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Se reza tres veces el Gloria).
Día Primero
«¡Miren!; la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"
(Is 7, 14)
(Is 7, 14)
Oh, ven prontamente para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!
La obra de la redención se hace evidente desde que el hombre decide desatender la Voluntad del Creador y prestar atención a la voz del tentador. Adán y Eva se ven desnudos, pero lo que ve reflejado el uno en el otro es la marca que ha dejado inscrita en sus almas la soberbia, en otras palabras, el pecado. Quisieron jugar a ser dioses de si mismos desconociendo que la libertad no se da a partir de la desobediencia, sino desde la aceptación amorosa e la Voluntad del Padre. Dios no podía dejar que su plan se resquebrajara, por eso anuncia la forma en que restaurará lo destruido por la serpiente: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya" (Gn 3, 15). Esta palabra va a hacer co tiempo después en Isaías, ya que por boca del profeta, Dios anuncia su deseo de estar físicamente en medio de su pueblo, porque a que ha sido elegida dará a luz al Dios con nosotros, al Emmanuel. Comenzamos nuestro peregrinar hacia la Navidad; durante nueve días la Palabra hecha Carne va a resonar en los oídos de nuestro corazón para suscitar en cada uno el deseo de restaurar todo lo que ha sido destruido por el pecado y comenzar así una nueva vida. Hermanos, que el Espíritu Santo abra nuestro entendimiento para que busquemos con afán la realización Voluntad de Dios en nuestras vidas.
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya, te suplico que Tú misma prepares mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena para el Nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. iOh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que Tú le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se recita tres veces el Ave María y el Gloria).
Oración a San José
¡Oh Santísimo José!, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo vea y le goce en el Cielo. Amén.
(Se recita el Padrenuestro, Ave Maria y Gloria).
Gozos para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mio Mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma del Dios Soberano, que al nivel un niño te hayas rebajado! ¡Oh divino infante, Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Oh, Adonai potente, que a Moisés hablando de Israel al pueblo diste los mandatos. ¡Oh, ven prontamente, para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño Que has sido llamado lirio de los valles bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David, que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! iBorra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos Y llueva de lo alto, Bienhechor rocio como riego santo! Ven, hermoso niño! iVen, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, que ya María previene sus brazos de su Niño vean, en tiempo cercano! iVen, que ya José, con anhelo sacro, se dispone hacerse de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! iVida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante Amigo, mi divino Hermano!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos, de Ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus manos! iPostrado en tierra, te tiendo los brazos y aun más que mis frases, te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, Salvador nuestro, Por quien suspiramos! iVen a nuestras almas Ven, no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acuérdate, jOh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste la venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado" Llenos de confianza en Ti, ¡Oh Jesús!, que eres la Verdad misma, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos infinitos de tu Encarnación y de tu Infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, jOh Niño Omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.
Día Segundo
“La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió»
(Jn 1, 5)
(Jn 1, 5)
iOh divino infante, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
El Principio fúndante de la creación es absolutamente perfecto y dicha perfección ha sido impresa en el corazón del hombre por participación: no obstante, la Palabra que crea viene para resplandecer y dar al universo un nuevo sentido: le da orden al caos y transforma la vida en luz para quien la ha recibido. La Luz sigue resplandeciendo porque su intención de desterrar las tinieblas pecado sigue viva y busca encarnarse para fortalecer en el hombre su opción fundamental por Dios. Las tinieblas han sido derribadas y el espacio ocupaban fue tomado para engendrar en el mundo posibilidades de cambio. Estamos viviendo un tiempo donde las tinieblas quieren volver a tomar posesión de lo que perdieron y, por lo mismo, siguen buscando estrategias para llegar a cercenar, con contundencia, la voluntad del creyente y conducirlo por el abismo que lleva a la oscuridad . ¿ Cómo fortalecer nuestra voluntad ? Aprovechemos estos dias de Novena para descubrir en el pesebre la estrella de Belén que nos conducirá al encuentro con Aquel que es Camino, Verdad y Vida. Que el resplandor de la estrella alcance todos los rincones de nuestra vida y suscite el deseo de brillar con el ánimo puesto en la necesidad del otro, ya que el Niño que está por nacer nos invita a proclamar junto con los ángeles del cielo: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!”.
Tercer Día
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
(Lc 1, 28)
(Lc 1, 28)
iSácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
La Virgen Maria recibe la visita del Arcángel san Gabriel como mensajero de Dios. Ella no comprende qué está sucediendo, su actitud es de respeto y cortesía, pero, ante todo, de total sumisión ante la presencia del visitante. La Madre del Redentor nos enseña a escuchar lo que Dios nos quiere comunicar y a no rechazar su Voluntad. Dios nos sigue visitando, vale la pena aceptar su visita porque con seguridad trae para nosotros una palabra de aliento. María responde gozo al "Alégrate" que pronuncia el Arcángel y esboza en su respuesta la pureza la paz que reposan en su interior. Las virtudes de la Virgen nos invitan a repasar en nuestra historia todas las ocasiones las cuales Dios nos ha visitado a través del amigo, del hermano, d enfermo e incluso del enemigo, y en ellos evaluar la calidad y t eficacia de nuestra respuesta. No podemos seguir caminando co indiferencia ante las necesidades de nuestro hermano, y menos ante la necesidad personal que en muchas ocasiones llega a opacar la alegría que debe caracterizar al bautizado. Optar por la alegría optar por la permanente renovación de nuestra total sumisión a Dios para que su obra se haga plena en su Iglesia y en el mundo entero. Que la pureza y la paz de nuestra Madre Celestial nos lleven a ver la humildad que expresa el pesebre y a dejar que la misma suscite en nosotros sentimientos de profunda caridad.
Cuarto Día
“Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”
(Lc 1, 43)
(Lc 1, 43)
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al misero amparo!
La Santísima Virgen María corre a atender a Santa Isabel, una vez enterada de la condición de su pariente por lo comunicado por el ángel. Se olvida de sí, y sin importar su estado, emprende viaje para servir sin menoscabo por espacio de tres meses a la madre de Juan el Bautista. Dios ha querido atender nuestra necesidad y en el seno de la Virgen María ha querido hacerse nuestro servidor, servicio que en la pequeñez demuestra su grandeza y en la sucesión del tiempo plenifica la Voluntad del Padre. La naturaleza humana fue herida de muerte en el paraíso, pero para fortuna del hombre esa herida fue curada con la Presencia de Aquel que se hizo Salvación. En su Hijo Jesús, Dios le entrega a la humanidad una herencia que va a ser motivo de escándalo para algunos y locura para otros; el pueblo espera a un rey guerrero, poderoso y digno de toda reverencia, pero en Jesús no encuentran tales cualidades; nace en un pesebre rechazado por la mayoría, no tiene donde recostar la cabeza, tiene trato con prostitutas y publicanos y, por si fuera poco, habla y obra en contra de las autoridades de turno. Jesús no fue digno de las insulsas adulaciones del mundo; todo lo contrario, fue digno de repudio, odio y violencia porque los doctores de su tiempo no entendieron la razón de su servicio. Hermanos, prestemos atención a la actitud e la Santísima Virgen María que sin reparo atendió la necesidad de su prima y en ella veamos cómo Dios, haciéndose uno de nosotros, se hace Servidor de la humanidad, buscando para ella un renovado paraíso.
Quinto Día
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi Espíritu en Dios, mi Salvador»
(Lc 1, 47)
¡Niño que apacientas con suave callado, ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
María, en el Magnificat, expresa con gozo la alegría que embarga todo su ser. Ella, como mujer creyente, nos enseña que en medio de las dificultades de la vida debemos buscar nuestra fuerza y apoyo siempre en Dios. Las palabras del Magnificat son muy profundas; desafortunadamente no tenemos el espacio suficiente para meditar en cada una de ellas, pero asumamos el compromiso de orarlo permanentemente para que su valor deje huella y sea respuesta en diferentes momentos de nuestra vida “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. María no se queda en las vicisitudes de la vida, Ella se aferra a su Señor y no escatima esfuerzos para adorarlo y exaltar su Majestad. Con el Magnificat la Virgen María nos enseña a ver el futuro con profunda esperanza y a reconocer en el caminar la Presencia de Dios que se manifiesta de distintas maneras pero, especialmente, en la grandeza de los pequeños detalles: un abrazo, una palabra de aliento, un te amo, un Dios te bendiga. "Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador", la Santísima Virgen Maria tiene un regocijo que el mundo nunca dará, una paz que proviene del Cielo y un resplandor que se encarnó en su Vientre para darle al mundo nueva Luz. La sencillez de la Virgen refleja la alegría de la Presencia de Dios y manifiesta en su obrar lo permeada que está de la Gracia Celestial. Hermanos, avancemos con alegría dejando que el amor de Dios toque las fibras más profundas de nuestro ser y nos lleve a proclamar Su grandeza todos los dias de nuestra vida.
Sexto Día
«Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado»
(Mt 1, 24)
Ven, hermoso Niño! iVen, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella, brota flor campo!
San José, hombre prudente, sencillo, honesto y trabajador, fue el para formar una familia y tener bajo su resguardo al Salvador del mu a la Sierva que había sido escogida por el Señor para cumplir una misión La elección de San José y de la Virgen María manifiesta puntos comunes que nos llevan a ver la comunión que existía entre ellos, esa misma comunión nos permite pensar en lo indigno que se pudo haber sentido San José al ver bajo su techo a la mujer virgen y pura que llevaba en su seno al Redentor del mundo. San José ha escuchado la voz de Dios y ha asumido su Voluntad como baluarte para acoger a la Virgen María y al Niño que está por nacer como su más preciado tesoro. Este hombre de Dios tuvo que afrontar la dureza del ser humano y, a partir del rechazo, buscar refugio en la simplicidad de un pesebre para que su Santa esposa pudiera dar a Luz. San José no se limita, todo lo contrario, deja que las posibilidades se ajusten y den cumplimiento a la Palabra mesiánica expuesta por el profeta. Algunas circunstancias de la vida se ven erróneamente como pruebas; ¿porqué no verlas como oportunidades?, pues Dios no prueba nadie y nos enfrentamos a nuestros propios deseos. Hermanos, no limitemos la obra de Dios ni seamos obstáculo para que lo prometido llegue a cumplirse; veamos las posibilidades y sepamos discernir para saber escoger la mejor parte.
Séptimo Día
“Y a Ti, Niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos» (Lc 1, 76)
¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
Zacarias era un hombre piadoso e irreprochable delante de Dios que esperaba la liberación de Israel. Él, lleno del Espíritu Santo, afirma proféticamente: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación» (Lc 1, 68). Zacarías anuncia con antelación la razón de ser del Hijo de Dios e infunde en el que cree la fuerza necesaria para liberarse de las insidias del que quiere destruir la obra divina. Nuestro Salvador sume la naturaleza humana y da plenitud a lo afirmado por el Padre después de haber creado al hombre: "vio Dios lo que había hecho, y era muy bueno" (Gn 1, 31). Somos imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, estamos llamados a obrar en coherencia a la bondad, a la belleza y a la santidad; virtudes e luchan permanentemente, ya que por el pecado se van opacando perdiendo su vitalidad. Zacarías anuncia el perdón de los pecados pero a su vez deja entrever que no es una tarea que le compete única y exclusivamente a Dios, sino que reclama el protagonismo del hombre, ya que la conversión parte de una experiencia y de una decisión fundamental que lleva al arrepentimiento y a la contrición del corazón. Hermanos, debemos ser conscientes de lo que estamos buscando, es decir, no emprendemos un camino de nueve días para cantar, reír y disfrutar, la Novena debe ser la oportunidad de confrontar nuestra vida con la Presencia del Altísimo en el pesebre y optar por la sencillez que lleva a la salvación.
Octavo Día
«No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor»
(Lc 2, 10).
¡Vida de mi vida, mi Dueño adorado, mi constante Amigo, mi divino Hermano!
El Sábado Santo, con solemnidad, se entona el Pregón Pascual y allí se afirma que es la noche más dichosa en que se une el Cielo y la tierra. Podemos decir que la noche en que nace el Hijo de Dios, nuestro Salvador, esas mismas palabras cobran sentido. Lo que sucedió en el Nacimiento de Jesús se repitió en su Resurrección. El Cielo se une con la tierra para iluminar al mundo que está envuelto en las tinieblas del pecado. Qué noche tan dichosa! Dichosas las criaturas que pudieron contemplar semejante acontecimiento, dichosos la Virgen María y san José que vieron cómo Dios llegaba a este mundo hecho uno de nosotros. Desdichados los que le negaron posada al mismo Dios; desdichado aquel rey malvado que quiso asesinarlo, desdichados los que siguen "sin recibir la Luz que vino al mundo, a su propia casa", así como lo expresa el evangelista San Ju desdichados porque se han perdido o se siguen perdiendo de la verdadera felicidad. Jesús nace para llenarnos del Amor de Dios y hacernos dichosos, bienaventurados y felices. No/podemos dejar perder este gozo ni un solo instante de nuestra vida, pues hemos sido creados para amar. La Navidad es un canto al Amor de Dios y ese Amor lo debemos ver en toda la creación, obra de sus manos, como lo podemos leer en Salmo 8: "Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra... cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado...". Hermanos, dejemos que la Luz de Cristo resplandezca en nuestro interior y suscite en nosotros el deseo de amarle y respetarle todos los días de nuestra vida.
Noveno Día
«Mis ojos han visto a tu Salvador... luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»
(Lc 2, 30-32).
¡Postrado en tierra, te tiendo los brazos, aun más que mis frases, te dice mi llanto!
Simeón, varón justo y temeroso de Dios, tuvo el honor de reconocer a Jesús en el Templo; jqué alegría la de Simeón cuando tuvo en sus propias manos al Salvador!, era lo que estaba esperando. Nosotros estamos llamados a mantener la alegría, porque celebramos en cada Navidad el Nacimiento de Jesús y a lo largo del año, de muchas maneras, en cada persona y en diferentes acontecimientos, nos alegramos de encontrar a Jesús, pues la fe nos permite verlo y palparlo en esas realidades. ¿Dónde reconocemos a Jesús tal cual como lo hizo Simeón?, en la Eucaristía; su Cuerpo, su Alma, su Vida y su Divinidad; por eso Jesús nos dice: "Tomen y Coman todos de Él", el Señor quiso que comulgáramos para hacerse uno con nosotros. Hermanos, no dejemos de celebrar la Eucaristía con amor, respeto y profunda devoción, para mantener viva la llama de la fe y colmar al mundo con la experiencia del Amor Cristiano. Cuando llegue la hora de nuestra partida a la Casa de Dios Trinidad, no dejemos de pronunciar las hermosas palabras de Simeón, cuando vio cumplida su tarea: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz..." La Navidad nos acerca a Dios, para que, acogiéndolo, podamos anticipar a otros su infinito amor y así perpetuar la obra que desde tiempos inmemoriales quiso hacerse realidad para instaurar la Luz y la Verdad en el mundo entero.
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