Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la tierra, en el abismo- y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre
(Fip 2, 10-11)
En este primer jueves sacerdotal y eucarístico nos encomendamos al Santísimo Nombre de Jesús recordando lo que nos dice San Lucas: "Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el Nombre de Jesús, Nombre que le había sido dado por el ángel antes de su concepción" (Lc 2, 21). El Nombre de Jesús, invocado con confianza, brinda ayuda a necesidades corporales y espirituales según la promesa de Cristo: "En mi Nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 17-18). En el Nombre de Jesús, los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hch 9, 40). El Nombre de Jesús le recuerda al pecador imágenes de bondad como las del padre del hijo pródigo y las del buen samaritano, le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios, nos protege de Satanás y de sus engaños, ya que el demonio teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz. En el Nombre de Jesús, obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "Lo que le pidas al Padre, Él lo dará en mi Nombre (Jn 16, 23). Este bendito Nombre, que significa 'Dios Salva' (Mt 1, 21) es invocado por los fieles desde los comienzos de la Iglesia y empezó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron este culto, fue introducido como fiesta litúrgica en el siglo XVI. En 1530, el Papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la celebración del oficio del Santísimo Nombre de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario