“Miren que llega el Señor del señorío: en la mano tiene el reino, la potestad y el imperio".
(Mal 3, 1; 1 Cro 19, 12)
Queridos hermanos, el día de hoy celebramos la Epifanía del Señor, Solemnidad en la cual Jesús se manifiesta como Hijo de Dios. Él se hace hombre para salvar a los hombres, independientemente de su raza, lengua, religión o cultura. Por eso el Evangelio nos muestra la adoración del Niño Jesús por parte de los Magos de Oriente; ellos eran paganos, es decir, no eran israelitas; sin embargo, supieron interpretar los signos de la llegada de Jesús e inmediatamente lo reconocieron como el Salvador de todos los pueblos. No obstante, quienes conocían los escritos de los profetas se mostraron indiferentes ante la Buena Noticia y el rey decide actuar en contra, temeroso de perder sus privilegios mundanos. Esto, queridos hermanos, debería cuestionarnos sobre cómo recibimos la Palabra de Dios ¿En verdad confiamos en ella? ¿Reconocemos su actuar en nuestras vidas? ¿Nos mostramos indiferentes ante el Mensaje de Salvación? ¿Lo rechazamos porque choca con nuestro modo de vida? Muchas veces podemos cometer el error de alejarnos de Dios, tal vez porque nuestra fe es débil o porque creemos que no somos dignos de Él, pero no, el amor de Dios es infinito y Él siempre estará presto a recibirnos con amor.
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