Miércoles de Ceniza - Marzo 06

“Te compadeces de todos, Señor y no odias nada de lo que has hecho; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Y los perdonas, porque Tú eres nuestro Dios y Señor”. (Sab 11, 24-25,27) 

Queridos hermanos, comenzamos cuarenta días en los que la liturgia nos ayudará a revivir las fases relevantes del Misterio de la Salvación. Este Tiempo de Cuaresma nos conduce al gozo de la Pascua del Señor, a la victoria de la vida sobre la muerte. Este es un tiempo precioso para hacer un alto en el camino y revisar cómo vamos en nuestro quehacer cristiano, asi lo presenta el Papa Francisco, en la Homila del Miércoles de Ceniza de 2018 (14 de febrero), cuando nos dice que "el Tiempo de Cuaresma es tiempo propicio para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor. La Iglesia en su maternal sabiduría nos propone prestarle especial atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro corazón creyente. Las tentaciones a las que estamos expuestos son múltiples. Cada uno de nosotros conoce las dificultades que tiene que enfrentar. Y es triste constatar cómo, frente a las vicisitudes cotidianas, se alzan voces que, aprovechándose del dolor y la incertidumbre, lo único que saben es sembrar desconfianza. Y si el fruto de la fe es la caridad, el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación. Desconfianza, apatía y resignación: esos demonios que cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente". Esta exhortación del Papa Francisco debe suscitar en nosotros el deseo de ser diferentes, de optar por un cambio de mentalidad, de actitud, de comportamiento y de palabra, por medio de la escucha de la Palabra de Dios, la oración, la penitencia y el ayuno. Esto nos debe llevar a ser criaturas nuevas, hombres totalmente renovados con la ayuda y el poder de Dios. Dejemos que el espíritu de conversión entre en nosotros por medio de una santa Confesión, para que el propósito de no volver a pecar sea custodiado por el Santo Espíritu de Dios.

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