Jueves Santo - Eucaristía, Sacramento de Salvación

Queridos hermanos, hemos llegado al culmen de la Cuaresma y al inicio del Triduo Pascual. Ahora lo experimentado en estos cuarenta días cobra todo su sentido, porque lo que vamos a celebrar es consecuencia directa de lo que el ayuno, la oración y la ofrenda nos han permitido descubrir, no solo en lo personal, sino también desde lo comunitario. La Eucaristía ha sido desde su institución Sacramento de Salvación, ya que el alimento recibido (Palabra de Dios, Cuerpo y Sangre de Cristo) proporciona a quien lo recibe la fuerza necesaria para seguir peregrinando sin desfallecer Asimismo, al comulgar dejamos que nuestra corporeidad se transforme en altar, sagrario y custodia, porque lo escuchado y lo comulgado hacen que nuestra condición de pecado se debilite, hasta llegar al aniquilamiento, y que la gracia santificante se haga viva y eficaz. Jesús se queda en medio de nosotros como Sacerdote, Sacrificio y Altar, ya que a través de Él, el Padre recibe nuestra adoración, ofrenda y oración, y deja en medio de su Iglesia la impronta de su Amor y de su misericordia. Además, Jesús instituye sacerdotes para que su Sacrificio se perpetúe en el tiempo y llegue a plenificarse en la eternidad, donde ver a Dios y estar en su Presencia es la suma recompensa para quien decidió seguir las huellas del Maestro con radicalidad. En pocas palabras, en estos dos sacramentos Eucaristía y Orden Sacerdotal, se manifiesta claramente el mandamiento del amor, porque el sacerdote actúa asumiendo en sí mismo a Jesús y se dona sacrifico al mente para que su redil se nutra con la Palabra de Dios, el Pan de Cristo y su testimonio.

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