La Resurrección consiste en saber que existe la esperanza

Saludos, hermanos en Jesús y María. La liturgia de esta noche se proclama entre la oscuridad y la Luz, porque el pecado nos sumió en el error y la Resurrección, después del sacrificio redentor de Jesús, nos dio nueva vida. Ahora la Luz de Cristo resplandece y nos permite ver nuestra existencia no como un elemento más dentro de la realidad, sino como protagonista de una Historia Salvifica que reclama nuestra activa participación para dar plenitud al Plan de Dios en cada uno. El Padre quiso culminar su creación con la presencia del hombre, pero la humanidad ha tendido a perder su identidad y a olvidar quién es su Hacedor. El recorrido que en esta noche hacemos por el Antiguo Testamento nos muestra claramente que Dios siempre ha tomado la iniciativa y que nosotros no hacemos más que desestimar su profundo Amor y su infinita Misericordia; no obstante, a pesar de nuestra infidelidad, el Padre sigue adelante con su Plan, dejándonos como baluarte a su propio Hijo, para que podamos contemplar la Salvación en Él y participar de la Luz eterna al aceptar su Palabra y Testimonio. Por Cristo hemos dejado las tinieblas y nos hemos injertado en el resplandor de una Luz que no tiene ocaso; aquí podemos recordar las palabras de Juan el Bautista que en su momento afirmó: «Yo los bautizo con agua, pero Él los bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 8). Hermanos, renovemos esta noche nuestros compromisos bautismales, para que Cristo, Luz del mundo, resplandezca y dé al mundo nueva vida.

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