En muchas ocasiones nos detenemos a planear nuestro futuro y a proyectarnos como profesionales, razón por la cual escogemos una carrera, buscamos un trabajo y nos preocupamos por mantenernos actualizados. Lo anterior está bien y hace parte de nuestro desarrollo como personas , pero ¿qué tan partícipe hacemos a Dios de nuestros planes? Hoy, Isaías nos da una lección de vida, porque nos dice que Dios nos llama y nos forma desde el vientre como siervos suyos, es decir, nos capacita para afrontar con valentía la cotidianidad y para suscitar en el mundo la transformación que requiere. No estamos solos, porque el mismo Dios ha querido caminar a nuestro lado, para que, a pesar de las dificultades, la vida tenga un matiz distinto y sea vista desde la esperanza. "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?" (Mt 16, 26). Dios no nos va a pedir cuentas de los doctorados, de los ascensos o de las metas cumplidas, Él nos preguntará por las personas que dejamos de ayudar, de aconsejar y de guiar por el camino correcto. Jesús nos va a reclamar por las ocasiones en las cuales lo negamos y lo dejamos solo, por aquellos momentos donde pudimos confesarlo y preferimos callar porque fue más fuerte el qué dirán; en últimas, Él nos va a interpelar para dejarnos ver que, a pesar de tener la capacidad de amar y de entregar, preferimos el silencio y la individualidad, desconociendo al otro y viéndolo como obstáculo. Hermanos, dejemos que sea Jesús quien geste en nosotros una nueva persona, para que el mundo con nuestro cambio se vea realmente transformado.
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