La Conversión de San Pablo - Enero 25

San Pablo, el Apóstol de los gentiles, nació probablemente en el año 8, en el seno de una familia judía de la tribu de Benjamín que vivía en Tarso de Cilicia (actual Turquía) junto a otros judíos de la diáspora (Cf. Hch 22, 3). Su nombre hebreo, Saulo, traduce «el pedido por Dios». Aprendió de su padre el arte manual y al parecer se desempeñó como hábil tejedor y fabricante de tiendas. (Cf. Hch 18, 3). Se trasladó a Jerusalén para ser educado a los pies del rabino Gamaliel, según las normas más rígidas del fariseísmo; de esta manera adquirió un gran celo por la Torá, la ley de Dios. Con autorización del Sumo Sacerdote, fue a Damasco con la orden de arrestar a todos los judíos que se confesaran seguidores de Cristo; sin embargo, estando de camino, una luz del cielo lo deslumbró y escuchó la voz de Jesús que le decía «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 9,4). Fruto de este encuentro, quedó ciego; para comprender lo sucedido, hizo oración y ayuno por tres días, al cabo de los cuales Ananías, discípulo del Señor en Damasco, fue enviado por el mismo Jesús para curarlo y darle el Bautismo. En ese momento, Pablo aceptó la fe en Cristo y comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios. Como lo dijo elocuentemente el Papa Benedicto XVI en una audiencia general en el año 2008: «San Pablo, por tanto, no fue transformado por un pensamiento, sino por un acontecimiento, por la Presencia irresistible del Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese acontecimiento, de ese encuentro, fue muy fuerte. Ese acontecimiento cambió radicalmente la vida de san Pablo. En este sentido se puede y se debe hablar de una conversión. Ese encuentro es el centro de la narración de san Lucas, que tal vez utilizó un relato nacido probablemente de Damasco. Lo da a entender el colorido local dado por la presencia de Ananías y por los nombres tanto de la calle como del propietario de la casa en la que Pablo se alojó (Cf. Hch 9, 11)». De esta manera, el Papa Emérito nos conduce en esta Fiesta en la comunidad a pensar en nuestra conversión a partir de la conversión de San Pablo. Recordemos, que la conversión es un don de Dios y se realiza gracias a un encuentro verdadero con El, y que nos debe queridos hermanos, impulsar a comprometernos de forma definitiva con el anuncio del Evangelio.

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