El que viene llegará sin retraso ya no habrá temor en nuestra tierra, porque El es nuestro Salvador (Cf. Hb 10, 37).
Hoy meditamos aquella profecía de los labios del profeta Isaías (7, 13- 17), en la que el Señor concede una señal al pueblo que no se convencía de su obra: Les parece poco cansar a los hombres, que cansan también a Dios?" El profeta Isaías anuncia que Dios se manifestará a través de la concepción de una joven virgen, María, a quien el evangelista San Mateo hace corresponder estas palabras (Mt 1, 23). El profeta Isaías se refiere al mesianismo real y davídico que aguardaba el pueblo de Israel, pero va más allá: no es una prueba pasajera del poder divino, sino que es el signo de la llegada del Reino definitivo, lo que se cumplió en Jesucristo, en quien la Ley y los profetas llegaron a su plenitud. San Mateo presenta esta profecía cumplimiento cuando relata el diálogo de San José y el ángel del Señor en medio de sueños. En aquel episodio el ángel le confirma a San José que la criatura que viene en camino es fruto de la misericordia divina que es su deber cuidar y amar al niño como si fuera su hijo de sangre San José, hombre valiente, escuchó la voz del Señor; tomó a María y al niño, a quien puso por nombre Jesús, y así vinculó como descendiente de la casa de David. Hermanos, la profecía de la concepción virginal está directamente ligada con la esperanza de un mesías de la estirpe de David; por esto, a San José se le recuerdan las palabras del profeta y se le aclara que en ese Niño se han cumplido. La concepción virginal y la acogida en casa de David solo confirman la gran promesa de la Navidad: la llegada Emmanuel del Dios-con-nosotros, es decir, del Dios cercano que nos ama y que tomó carne para nuestra salvación.
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