Abrir nuestro corazón al amor de Dios - Diciembre 17

"Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" 
(1 Jn 4, 16). 

En esta Navidad que se avecina, nos cae muy bien a nuestra vida cristiana la oportunidad de 'abrir nuestro corazón al amor de Dios'. No comenzamos a ser hijos de Dios o a ser cristianos por una decisión moral o ética, sino por el encuentro con la Persona de Jesucristo que nos conduce a Dios Padre. El Papa Benedicto XVI, en su carta Encíclica 'Dios es amor' numeral 17, nos dice que "en efecto, nadie ha visto a Dios tal como es en Sí mismo. Y, sin embargo, Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice la Primera Carta de Juan (1Jn 4, 10), y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues 'Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él (1 Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre (Jn 14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la Cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que ÉI se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su Presencia y, de este modo, aprendemos también reconocerla cotidiana". Queridos hermanos, hoy el Señor pasa por nuestra vida para que lo dejemos entrar. Permitamos al Buen Dios que entre a nuestras vidas. Abramos nuestro corazón para que Él nos dé vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Que en esta Navidad nos dejemos amar por el Señor, pues lo único que Él espera de nosotros es que le abramos nuestro corazón y lo dejemos entrar.

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