Novena de Navidad - Día Primero - Diciembre 16

¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 
Padre de amor y de infinita misericordia, mira con bondad al pueblo que ha decidido emprender esta novena, para que, con la fuerza gozosa de tu Santo Espíritu, reciba agradecido el regalo de la Salvación. Toca los corazones de tus hijos que con devoción y en torno al pesebre se reúnen para contemplar una vez más el Nacimiento de tu adorado Hijo; no permitas que la rutina y el afán del mundo perturben la grandeza de lo compartido, y así, vivan con gozo la llegada del Niño de Belén. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Oración para todos los días 
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús, recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

(Se reza tres veces el Gloria).

Día Primero
"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios" 
(Jn 1, 1).

Querida familia, hoy comenzamos la Novena de Navidad, que nos guiará hacia la contemplación del Misterio de la Encarnación: un Dios que por amor infinito se hizo hombre para nuestra redención. ¿Cuántas novenas hemos celebrado a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántas nos han permitido vislumbrar aquello que le es revelado solo a los humildes de corazón y no a los soberbios? Puede que el ruido del comercio mengüe en nosotros la conciencia de lo que realmente es importante: preparar el pesebre de nuestro corazón y de nuestra familia para la Venida Espiritual del Hijo de Dios. La cita bíblica que encabeza esta consideración es simplemente perfecta para este tiempo, pues nos recuerda que lo que Dios promete se cumple; estamos próximos a ver cómo se consuman tantas promesas en las que se mencionaba que nos vendría la salvación. Hermanos, Dios es amor; lo vemos en nuestra vida cada día, lo presenciamos en la Sagrada Eucaristía, en la sonrisa de un niño o en el abrazo de las personas que nos quieren. Este tiempo que ahora empezamos es la oportunidad propicia para centrar nuestra mirada en la Palabra de Dios y en sus promesas, siempre con la confianza en que Él no nos desamparará, sino que lo ha entregado todo en la Encarnación de su Hijo, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. En nuestras manos está el cambiar de paradigma y mirar la vida con los ojos de la fe, aquellos para los cuales el otro no es un enemigo, sino un hermano, un Hijo de Dios.

Oración a la Santísima Virgen María 
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya, te suplico que Tú misma prepares mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena para el Nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que Tú le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. 

(Se recita tres veces el Ave María y el Gloria). 

Oración a San José
¡Oh Santísimo José!, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo vea y le goce en el Cielo. Amén. 

(Se recita el Padrenuestro, Ave María y Gloria).

Gozos para la llegada del Niño Dios 

Dulce Jesús mio Mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!  

¡Oh sapiencia suma del Dios Soberano, que al nivel un niño te hayas rebajado! ¡Oh divino infante, Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

Oh, Adonai potente, que a Moisés hablando de Israel al pueblo diste los mandatos. ¡Oh, ven prontamente, para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!  

¡Oh, Raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño Que has sido llamado lirio de los valles bella flor del campo! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!  

¡Llave de David, que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Ábranse los cielos Y llueva de lo alto, Bienhechor rocío como riego santo! Ven, hermoso niño! ¡Ven, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Ven, que ya María previene sus brazos de su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone hacerse de tu amor sagrario! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante Amigo, mi divino Hermano!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Véante mis ojos, de Ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus manos! ¡Postrado en tierra, te tiendo los brazos y aun más que mis frases, te dice mi llanto! 
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

¡Ven, Salvador nuestro, Por quien suspiramos! ¡Ven a nuestras almas Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! 

Oración al Niño Jesús 
Acuérdate, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste la venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado" (Aquí de puede dejar un espacio de silencio para que cada uno haga sus peticiones) Llenos de confianza en Ti, ¡Oh Jesús!, que eres la Verdad misma, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos infinitos de tu Encarnación y de tu Infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡Oh Niño Omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.

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