¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Padre de amor y de infinita misericordia, mira con bondad al pueblo que ha decidido emprender esta novena, para que, con la fuerza gozosa de tu Santo Espíritu, reciba agradecido el regalo de la Salvación. Toca los corazones de tus hijos que con devoción y en torno al pesebre se reúnen para contemplar una vez más el Nacimiento de tu adorado Hijo; no permitas que la rutina y el afán del mundo perturben la grandeza de lo compartido, y así, vivan con gozo la llegada del Niño de Belén. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús, recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Se reza tres veces el Gloria).
Día Segundo
"No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan"
(Lc 1, 13).
(Lc 1, 13).
Hermanos, en este segundo día de la Novena los invitamos a continuar reflexionando sobre las promesas de Dios y la correspondiente confianza que debemos tener en Él. La Navidad es un tiempo particularmente hermoso, pues la decoración, la alegría y los buenos deseos abundan por doquier, sin embargo, lo que nos cuestiona es que tal belleza parece quedarse limitada a este mes. ¿Por qué nos cuesta tanto abrir nuestro corazón para abrazar a nuestra familia, amigos y desconocidos tal y como lo hacemos en Navidad y en Año Nuevo? ¿Por qué nos limitamos a la hora de mantener la felicidad a lo largo del tiempo y nos dejamos invadir por la amargura conforme avanza el año que llega? Hoy, el verso bíblico que dirige esta reflexión nos recuerda el testimonio de Zacarías y de Isabel, dos personas de avanzada edad que pedían al Señor con insistencia por un milagro en sus vidas, un hijo; sin embargo, al recibir el mensaje de que su súplica había sido escuchada por el Todopoderoso, su actitud fue la de muchos de nosotros: la incredulidad y, por consiguiente, el enfriamiento de la fe. Zacarías pedía un hijo al Señor, pero no confió cuando se le anunció que tal bendición llegaría, por lo que quedó mudo según indica la Palabra. En nosotros sucede lo mismo, en Navidad pedimos gran cantidad de bendiciones para el año que llega, pero conforme pasan los días, el entusiasmo baja, dejamos de orar y nos olvidamos de aquello que le imploramos al Señor. Zacarías no quedó mudo por castigo, sino para que al momento de reconocer la obra de Dios en su vida, sus labios se abrieran para alabar al Nombre sobre todo nombre, ¿esto sucede en nosotros? ¿Pedimos a Dios, confiamos en ÉI y lo alabamos al ver cómo se realiza su obra ante nuestros ojos? Hermanos, que este tiempo de Navidad nos permita fortalecer nuestra fe en nuestro Padre eterno, para que al pedir confiemos y al recibir alabemos. Que cada Eucaristía nos permita dar gloria y honra a quien es fiel y nos ama hasta el extremo y que nos haga renovar aquella alegría que ahora nos embarga.
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya, te suplico que Tú misma prepares mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena para el Nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que Tú le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se recita tres veces el Ave María y el Gloria).
Oración a San José
¡Oh Santísimo José!, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo vea y le goce en el Cielo. Amén.
(Se recita el Padrenuestro, Ave María y Gloria).
Gozos para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mio Mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma del Dios Soberano, que al nivel un niño te hayas rebajado! ¡Oh divino infante, Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Oh, Adonai potente, que a Moisés hablando de Israel al pueblo diste los mandatos. ¡Oh, ven prontamente, para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño Que has sido llamado lirio de los valles bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David, que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos Y llueva de lo alto, Bienhechor rocío como riego santo! Ven, hermoso niño! ¡Ven, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, que ya María previene sus brazos de su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone hacerse de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante Amigo, mi divino Hermano!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos, de Ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus manos! ¡Postrado en tierra, te tiendo los brazos y aun más que mis frases, te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, Salvador nuestro, Por quien suspiramos! ¡Ven a nuestras almas Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acuérdate, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste la venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado" (Aquí de puede dejar un espacio de silencio para que cada uno haga sus peticiones) Llenos de confianza en Ti, ¡Oh Jesús!, que eres la Verdad misma, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos infinitos de tu Encarnación y de tu Infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡Oh Niño Omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.
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