"Los pastores fueron corriendo y encontraron a María ya José, y al Niño acostado en el pesebre". (Lc 2, 16)
Hermanos, este es el último domingo del año y la Liturgia nos trae la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, ocasión propicia para hablar de la familia cristiana y de sus deberes. Al igual que el Sacramento del Bautismo, el Matrimonio nos reviste de responsabilidades; no solo las relacionadas con la pareja y con los hijos, sino también para con Dios y con su Iglesia, Esposa de Cristo. El Señor nos llama a vivir y proclamar su Palabra en el seno familiar, y nos invita a transmitir el Evangelio, no solo dentro de nuestros hogares, sino también al mundo entero. Una de las formas de lograr esta “Iglesia doméstica" es a través del testimonio: siguiendo fielmente las enseñanzas del Maestro, educando a nuestros hijos en valores, no priorizar los intereses del mundo por sobre los de la unión bendecida por Dios y promover la solidaridad con los más pobres, los marginados y los necesitados dentro de nuestro círculo familiar. Recordemos que "los dos se harán una sola carne" (Mc 10, 8), y como tal debemos vivir y proclamar la Palabra, es decir, juntos, como uno solo. Hermanos, no olvidemos el mandamiento más importante, el mandamiento del amor; si en una familia hay amor, podrá superar cualquier dificultad y podrá dar un auténtico testimonio de fe. Sigamos el ejemplo de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, quienes siempre fueron fieles a Dios, se entregaron por completo a Él, aceptaron la misión que les tenía asignada y no vacilaron ante las dificultades. Este año que comienza encomendemos nuestras familias al Señor, para que Él las proteja, las bendiga, fortalezca su amor y les dé la fuerza para dar un buen testimonio.
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