Queridos hermanos, hoy la Iglesia celebra la dedicación de una de las basílicas mayores de Roma en honor a Santa María, cuya construcción se remonta a mediados del siglo IV en tiempos del Papa Liberio, en el monte Esquilino (Roma, Italia). Cuenta una antigua tradición que un patricio romano llamado Juan y su esposa tenían especial afecto a la Virgen y estaban deseosos de invertir de manera adecuada sus abundantes riquezas. Una noche, Juan tuvo un sueño en el que la Virgen le pedía la construcción de un templo en su honor en el monte Esquilino, en un lugar donde cayera nieve. Según esta leyenda, Juan y su esposa comunicaron el sueño al Papa Liberio y luego, en pleno verano, una zona del monte Esquilino se vio cubierta de nieve milagrosamente. De esta forma se emprendieron las labores de construcción y el nuevo templo recibió el nombre de basílica liberiana, por su relación con el pontificado de Liberio, y popularmente era conocida como basílica de la Virgen de las Nieves. Si bien esta basílica fue dedicada desde el principio a Nuestra Señora, muchos historiadores no dan crédito a este milagro, ya que comenzó a ser comentado como tal un siglo después de la construcción del templo. En el siglo V, año 434, el Papa Sixto III, restauró la basílica liberiana y la nombró como Basílica de Santa María la Mayor, dado que fue la primera y la más antigua en ser dedicada a la Virgen María, y con este gesto quiso hacer un obsequio especial a todo el pueblo de Dios como conmemoración del reciente Concilio de Éfeso, en el cual nuestra Señora fue proclamada como Madre de Dios.
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