Hermanos, hoy conmemoramos el martirio de San Juan Bautista, el único santo al cual la Iglesia celebra su nacimiento y su muerte. Según San Beda el Venerable: «San Juan [...] dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, si trató de obligarlo a que callara la verdad; esto es suficiente para afirmar que murió por Cristo». Según el Evangelio de Marcos, el rey Herodes mando encerrar a Juan en la cárcel a causa de la mujer de su hermano, Herodías, con la que mantenía una relación que no era aprobada por la ley y que Juan denunció muchas veces. Herodías buscaba acabar con Juan, en cambio Herodes sabía que era un hombre santo y le temía. Pero en una ocasión, Herodes organizó un banquete en el cual la hija de Herodías danzó para él. A Herodes le gustó tanto aquel baile que prometió darle a la joven cualquier cosa que le pidiera. Ella, presionada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista, a lo. que Herodes tuvo que acceder a pesar de que no quería. Juan fue decapitado y su cabeza fue puesta en una bandeja y entregada a la hija de Herodías, quien se la llevó a su madre, Según el historiador Flavio Josefo, la hija de Herodías se llamaba Salomé y el lugar en el que estaba encarcelado Juan se llamaba Maqueronte, que era una fortaleza al este del Mar Muerto. La historia de la memoria comienza a mediados siglo IV una cripta de Sebaste, en Samaría (actualmente Palestina), donde se veneraba la cabeza de Juan el Bautista. De ahí el culto se extendió a las demás Iglesias de Oriente y a Roma.
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