Hermanos, hoy celebramos la memoria de Santísima Virgen María, en la advocación de Nuestra Señora de la Merced, patrona de aquellos que han perdido la libertad. El título «Merced» significa «misericordia», por ello, a través de esta advocación recordamos que la Virgen María es misericordiosa y que recurrimos a Ella con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso. La historia de la Virgen de la Merced está intimamente unida a la de la Orden de los Mercedarios y se remonta al siglo XIII, cuando los piratas musulmanes del norte de Africa y el sur de España hostigaban las costas mediterráneas y secuestraban cristianos para venderlos como esclavos. En 1218, la Santísima Virgen se apareció a san Pedro Nolasco y le pidió que fundara una comunidad para auxiliar a estos cautivos. San Pedro, siguiendo la petición de la Madre del Cielo, fundó la Orden de la Merced, con el apoyo del rey de Aragón, Jaime el Conquistador, y de san Raimundo de Peñafort. Los miembros de la nueva Orden tomaron a la Virgen María como guía patrona, y siguiendo sus deseos, agregaron a sus votos de pobreza, castidad y obediencia, un cuarto voto en el que se comprometían a dedicar su vida a liberar esclavos y que se quedarían en lugar de un cautivo si no tenías dinero suficiente para su rescate. En 1696, el Papa Inocencio XII extendió la fiesta a toda la Iglesia y su devoción se difundió por todo el mundo. Encomendamos a la Bienaventurada Virgen de la Merced a todos los presos e internos del mundo, especialmente aquellos que han perdido su libertad por vivir la fe cristiana. De igual manera, colocamos en sus manos la obra de los pastores que realizan sus labores apostólicas en cárceles y correccionales, para que su labor contribuya a que consigan la verdadera libertad.
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