Dedicado a la dirección espiritual de los fieles, a la reconciliación de los penitentes ya la atención a los más necesitados, el Padre Pío usó los dones que recibió de Dios para confortar los corazones y las conciencias. Nació en Pietrelcina (Italia) en 1887, en una familia campesina. Desde muy niño sintió el deseo de entregarse al Señor y tuvo visiones del Sagrado Corazón de Jesús, San Francisco de Asís y la Virgen María. En 1903, ingresó al noviciado de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone (Italia) y se distinguió por su entrega a la oración y la meditación. En 1910 recibió la ordenación sacerdotal y comenzó a ejercer su ministerio pastoral en su pueblo natal; estuvo allí hasta 1916, cuando ingresó al convento de Santa María de la Gracia en San Giovanni Rotondo (Italia), lugar en el que estuvo hasta el día de su muerte. El Padre Pío se definía como «un fraile que reza»; Ciertamente, dedicaba gran parte de su tiempo a la oración, a la Eucaristía y a la administración de los sacramentos, en especial el de la Reconciliación. Además, se destacó como un gran guía espiritual, cuya labor sacerdotal contribuyó al acercamiento de millas de hombres y mujeres hacia la santidad. No obstante, san Pío es más conocido por los carismas especiales con los que fue favorecido: estigmas y llagas en su cuerpo, éxtasis y fenómenos místicos, tanto interiores como exteriores. Murió en San Giovanni Rotondo (Italia) en 1968, perdiendo todo rastro de los estigmas que tuvo. Fue canonizado en el año 2002 por el Papa San Juan Pablo II.
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