Señor, da la paz a tus fieles; que tus profetas te sean leales.
Escucha la súplica de tu siervo y la de tu pueblo Israel".
(Si 36, 18)
Queridos hermanos, la liturgia de este domingo nos recuerda que seguir al Señor nos exige ser cada vez más conscientes de nuestro mundo afectivo y relacional, pues si no cultivamos esta dimensión desde el criterio del Evangelio, no tendremos la lucidez para vivir en comunidad y nos convertiremos en fuente permanente de un veneno letal: la venganza. Ser vengativos equivale a caminar ciegos por la vida hiriendo a los demás y alejándonos de la misericordia del Señor, pues rechazamos su superioridad sobre nosotros y decidimos convertirnos en nuestro propio dios. Ante una ofensa estamos llamados a optar por el perdón, pues de esta manera renunciamos a continuar una cadena de odio y dolor, v declaramos la soberanía del amor de Dios en nuestra vida. Esto lo podemos ver en los Evangelios de la semana que hoy inicia, donde Jesús se mostrará como un hombre realmente libre que no se deja manipular por sentìmientos negativos y es capaz de enseñar y hacer el bien a personas contrarias a su forma de pensar. Por ello, no tendrá reparo en atender a la petición del centurión, ni en aceptar una invitación a comer de un fariseo, y tampoco rechazará el gesto de una mujer que con sus lágrimas lava los pies del Señor. En esta semana recordemos las palabras del Papa Francisco que nos dice en su exhortación Misericordiae Vultus: «¡Cómo es dificil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices» (MV #9).
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