"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduria, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
A ÉI la gloria y el poder, por los siglos de los siglos".
(Ap 5, 12; 1.6)
Queridos hermanos, hoy celebramos la finalización del año litúrgico declarando a Cristo como Rey del Universo. Por ello, este domingo es un día para evaluar, agradecer y proyectar, pues estamos a punto de iniciar un nuevo año litúrgico que se presenta como un camino de madurez y avance integral. En primer lugar, el Evangelio nos sirve para cuestionar nuestro seguimiento del Señor en términos de cuánto hemos amado, pues nuestra fidelidad a Cristo se verifica en el número de ocasiones en que nos encontramos con Él y lo atendimos en la persona del pobre y desvalido. Por ello vale la pena preguntarnos: ¿Cómo acogimos durante este año al Cristo sufriente que salió a nuestro encuentro en nuestra familia, comunidad misionera, o vecindario? Por otra parte, a la luz de la lectura del profeta Ezequiel y el salmo, estamos invitados agradecer al Señor por todas las bendiciones recibidas en este año, pues en medio de las dificultades, pudimos sentir su Presencia y su acción como el Buen Pastor de nuestra vida, que nos sana, protege, corrige y ama. Finalmente, la Carta del apóstol Pablo a los Corintios nos llama a la renovación de nuestro proyecto de vida para que en este nuevo año litúrgico sepamos poner bajo la autoridad del Señor todos nuestros sueños y proyectos, de modo que podamos experimentar una vida plena y serena que beneficie a muchas personas, pues la meta es lograr que Cristo sea Todo en Todos. En esta última semana del año litúrgico se nos invitará a estar vigilantes en la fe, por ello, abramos el corazón a Dios para mejorar y comprometernos en forjar un discipulado más comprometido y eficaz.
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