Querida familia, ayer meditábamos sobre el respeto entre los esposos y hoy incluiremos en nuestra reflexión a los hijos, parte fundamental de la familia. Comencemos por decir que la llegada de los hijos al hogar debe ser fruto de un proceso de planeación y decisión consciente de la pareja, donde marido y mujer se unan en amor, para concebir una nueva vida. Traer hijos al mundo significa ser responsables para acompañar la construcción de su proyecto de vida y tener los recursos afectivos suficientes para proveerles amor, atención, compañía y escucha, y estar en condiciones de proporcionarles alimento, educación y vestido de calidad. Los padres entregan su vida, tiempo y recursos para hacer crecer a sus hijos, pues estos son su orgullo y expresión de su esencia; por ello deben velar por tener una buena relación con ellos, manteniendo espacios de diálogo, mostrándose como referentes coherentes de autoridad y respaldo, y enseñándoles con el ejemplo todo lo necesario para vivir como buenos cristianos en medio del mundo. De este modo, los hijos aprenderán a relacionarse de manera sana estableciendo vínculos afectivos fuertes con sus padres, hermanos y amigos, pues el ejemplo de sus papás los moverá a querer imitarlos estableciendo vínculos fuertes, solidarios y honestos. De esta forma, el hogar se convierte en el mejor lugar para entrenarse en el arte de vivir en sociedad, pues al aprender a obedecer a los padres, seguir indicaciones y aprender a compartir, los niños adquieren herramientas para construir su proyecto de vida de forma satisfactoria. Oremos por las familias con hijos, porque este año Nuestra Familia es Belén.
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