Amados hermanos, hoy continuamos la reflexión junto al pesebre centrando la mirada en los esposos y el respeto que debe reinar entre ellos. Sabemos que cuando dos personas deciden formar una familia, lo hacen con libertad, responsabilidad y la suficiente madurez para poder sostener esta unión hasta el final; por tal motivo, los esposos deben construir su relación sobre cuatro pilares fundamentales para que su hogar pueda conformarse según el Corazón de Dios. El primer ejercicio de maravillarse y reconocer el valioso don que representa el cónyuge, y no pretender obligarlo a pilar es el respeto, que significa el bello que se amolde a nuestro querer, sino disfrutar de su autenticidad y apoyarlo en la expresión de su ser; así las cosas, el respeto tiene que darse en ambas direcciones. El segundo pilar es la capacidad de escucha, pues cuando atendemos y contamos con el otro podemos pensar mejor y tomar decisiones acertadas; escuchar nos permite darle importancia al otro, darle su lugar y crecer con él, para apoyarnos mutuamente. La sinceridad es el tercer pilar de la relación entre esposos, pues nada es peor para una familia que la mentira o las verdades a medias, pues destruyen la confianza y la convivencia, apagan el amor y la pasión, se corroe la conciencia y se buscan satisfacciones pasajeras. El pilar definitivo y que le da sentido a los tres anteriores es Dios mismo, pues es bajo su protección que los esposos han de poner su relación porque el Señor es la fuente auténtica de amor. Oremos hoy por todos los esposos, porque este año Nuestra Familia es Belén.
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