"Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos. Los ángeles se alegran de esta Solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios".
Amada familia, iniciamos este mes con la celebración de la Solemnidad de Todos los Santos, día en el que no solo conmemoramos a los santos que aparecen en el santoral, sino también a aquellos que, sin ser conocidos, comparten también el triunfo y la gloria de Cristo en virtud de su esfuerzo por seguirlo. El origen de esta devoción se remonta al siglo IV, cuando miles de fieles recibieron el martirio. Muchos de estos mártires eran desconocidos y en muchas ocasiones no se podía realizar un homenaje público por miedo a ser descubiertos por las autoridades; de ahí que la Iglesia optara por hacer una celebración conjunta para honrarlos a todos en un solo día. Al principio, la celebración se realizaba en diferentes fechas, por ello el Papa Gregorio IV la unificó en el primero de noviembre. La celebración de esta Solemnidad nos recuerda el llamado que el Señor nos hace a cada uno de nosotros a la santidad. El ejemplo de los santos es una invitación a todos los fieles a ser perfectos, como el Padre es perfecto (Mt 5, 48); es decir, a practicar la caridad y el amor a plenitud, tal como nuestro Señor. Sin embargo, para ello hay que mantenerse vigilantes en todo lo que nos pueda apartar del camino que tiene el Señor para nosotros, cosas como el egoísmo, el odio, la envidia, el rencor, la indolencia y las diversas tentaciones que se nos presentan por el camino. Hermanos, el Señor nos llama a crecer en el amor y a madurar espiritualmente, y para ello nos regala el ejemplo de sus siervos que ya gozan de la vida eterna junto a Él.
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